Sabía usted que a Suecia se le acabó la basura y por lo tanto se la compra a Noruega? Parece mentira, algo inexplicable, sobre todo para los uruguayos, ¿verdad? Ocurre que en esa nación, la separación de los restos devino parte de la cultura cívica. Allí, solo el 4% de los desperdicios va a un relleno sanitario. El resto se transforma en electricidad y calefacción para miles de hogares. Y mire que hace frío en ese país.
Mientras que aquí, el gobierno siempre está hablando de que tenemos que ver cómo enfrentar nuestros problemas de energía si no llueve. Entonces alquilamos generadores que se traen en aviones muy costosos, algo rematadamente caro. Del erario público salen millones y millones para comprar hidrocarburos y pasamos años en tratativas para instalar una regasificadora.
En Suecia, según informe de Pamela Montes, el 96% de la basura se recicla o se deriva a las plantas de incineración. Un cuarto millón de viviendas recibe energía eléctrica y 20% se beneficia de calefacción. Tan eficiente es el sistema, que llega hasta serle insuficiente para producir más energía, por lo que le compra a su vecino. A éste le resulta más conveniente pagarle a Suecia para que se lleve 800.000 toneladas de residuos, que procesarlos en su territorio.
La política de transformación fue pionera, comenzó en los 70 y también lo fue en la reducción de emisiones (90% y 99%), producto de la quema. También en el reciclaje de basura electrónica, Suecia es líder. Con ese material se manufacturan nuevos productos ya que tienen como componentes, distintos metales como oro, plata platino y su recuperación tiene un buen retorno económico. Hay 1.000 puntos de recolección en todo el país. En China, por ejemplo, se calcula que se desperdician 4 toneladas de oro y 28 de plata cada año, según información de ONU. La enseñanza, las campañas, rindieron, y hoy a los suecos les parece natural separar deshechos orgánicos, metales, pilas, vidrios de color y transparentes, plástico duro y blando, cartón y TetraPak, papeles, periódicos y revistas.
Mientras tanto, en Montevideo y otros departamentos, la gente se queja y se queja, sin suerte alguna, del pésimo sistema de recolección que funciona en paralelo, con otro irregular que no cumple con ninguno de los requisitos exigidos a cualquier ciudadano. Inscripción en el BPS, control de sanidad, permiso de conducir, patente, trabajo infantil gracias a que gobiernos del FA, como en capital, donde vive la mitad del país, hace años decidieron hacer la vista gorda. Así el fenómeno de los hurgadores se multiplicó demencialmente y la suciedad ídem.
Pero el problema de la basura no termina cuando a alguien, ya sea la Intendencia o algún hurgador, se la lleva del frente o la esquina de su casa, sino que a renglón seguido existe otro problemón; la disposición final de los residuos. Y resulta que ése es otro infierno. Los derramaderos de desechos son gigantescos, están desbordados y son foco de contaminación. Y tal como sucede con la inseguridad, parece que fuera algo que no tiene solución. Pasan los años y mientras los vertederos se vuelven cada vez más dantescos y peligrosos para la salud pública, de vez en cuando se lee algo sobre que se trabaja en el asunto, (ahora a cargo de la OPP) que se analizan propuestas, mientras pasa el tiempo y nada se concreta. Algo muy característico de los gobiernos con mala gestión (22 años el F.A. en Montevideo) que llevó a que una de las firmas que presentara un proyecto hace mucho tiempo, ahora esté implementando el tratado de residuos industriales en el sector privado.
Un diagnóstico entregado el año pasado reveló que de 25 sitios de disposición final de residuos, solo uno en Maldonado, tercerizado, está ubicado y es operado correctamente. Canelones es uno de los departamentos en situación más crítica. Sin embargo, el manejo adecuado de los desperdicios no es imposible y nada mejor que mirar hacia afuera para darse cuenta de que se puede. Se logra cuando desde arriba hay decisión, campañas educativas en serio, concientización de la población, desde los jardines de infancia y no iniciativas esporádicas e improvisadas que no traen resultados, como fue la de las bolsas naranjas. Un fiasco completo por lo mal hecha que estuvo. ¿A qué se espera para que las bolsas de plástico dejen de ser gratuitas? A partir de que se cobran, bajó un 30% su uso en Buenos Aires.
Editorial de El País Digital / Nov-2012