jueves, 15 de noviembre de 2012

EL PAIS DEL CAOS


¿Cómo no iba a ganar Chávez si su modelo del caos es, a otras escalas, lo más parecido a muchos?

El año pasado en la zona residencial de Chuao, sin mediar ningún tipo de solicitud o permiso ante las instancias municipales correspondientes, una casa fue remodelada. Incumpliendo las órdenes de paralización de obra, fue atiborrada de mercancía navideña, e infringiendo todas las ordenanzas, abrió sus puertas para la venta. La municipalidad actuó y clausuró legalmente el establecimiento. Ante el cierre, recibí de inmediato un correo de otro comerciante del municipio que me reclamaba la actuación municipal como contraria a la libre empresa y señalaba que los pobres inversionistas se habían quedado con su mercancía "congelada" y no obtendrían las ganancias que tenían previstas.

Le contesté que la libertad de empresa no podía anteponerse a cualquier otro interés colectivo protegido por la ley. Que la actividad comercial está reglada y que debe ejercerse en las áreas habilitadas para ello y no donde a cada quien se le ocurra que puede abrir un negocio. Que, además, tal como él lo hacía en su comercio, debía obtenerse una licencia y pagar los impuestos respectivos. Que permitir el comercio en zonas residenciales y sin patente es altamente injusto con aquellos comerciantes que cumplen con todas sus obligaciones y asumen costos más altos por el ejercicio de su actividad comercial. No recibí respuesta del reclamante.

Este año, la misma tienda ilegal ya abrió sus puertas, luego de acudir al pervertido y corrupto sistema judicial venezolano, que subasta al mejor postor medidas cautelares de amparo, que violan los usos residenciales y las necesarias autorizaciones municipales para el ejercicio de actividades comerciales.

Este es sólo uno de cientos de ejemplos de cómo muchos venezolanos miramos siempre la paja en el ojo ajeno, pero cuando se trata de mirarnos a nosotros mismos, de limitar nuestros intereses a los intereses generales, somos capaces de cualquier triquiñuela y vagabundería para saltarnos las leyes y actuar al mejor estilo revolucionario: "si yo violo la ley, no importa".

La anarquía es la regla de oro con la que hasta los humoristas describen entre risas el triste drama de toda una sociedad en la que el más vivo siempre hace de las suyas. El conductor más avispado es que el circula por el hombrillo, ese al que hay que ponerle conos y funcionarios para que respete, y aún así, si son detenidos para multarlos le gritan al funcionario "es que tú no sabes quién soy yo". Son los mismos que se horrorizan cuando ven una cadena en la cual el Presidente comete cualquier abuso, pero en su accionar diario, en sus pequeños mundos, emulan con exactitud las mismas actitudes. Es el comerciante ilegal que se "salió con la suya" comprando a un juez para establecerse en contra de la ley y se burla con descaro de la organización vecinal y de las autoridades, pues su dinero compró una sentencia para lo ilegal.

Es quien exige todo pero nada da. Es el que exige una ciudad limpia, pero le dice a su hijo que lance la botella a la calle porque no quiere tener basura en el carro. Es aquel que se queja de los ruidos molestos del vecino, pero si su hija cumple quince años prende la fiesta hasta las cinco de la mañana porque los ruidos ajenos sí perturban, pero los propios no.

Es aquel que se consigue un pana que le firme un reposo para cobrar sin trabajar y va, de reposo en reposo, burlándose de su empleador, que se encuentra atado ante las inoperantes inspectorías del Trabajo que, politizadas, avalan la vagabundería.

Es el que se estaciona sobre la acera y cuando es multado agarra el Twitter y escribe "usa a tu policía para atrapar ladrones y no multar a ciudadanos decentes". Es el que soborna a los conductores del camión de la basura para que se lleven la vieja poceta que sacaron de su baño sin importar que se dañe el sistema de compactación o, peor aún, la sacan a cualquier vía pública o la lanzan a alguna quebrada (guilladitos de noche) para que nadie los vea. Son los mismos que luego dicen "cómo es posible que se desbordara la quebrada, qué falta de gobierno".

Es aquel que las rayas sobre el pavimento para señalizar dónde no deben cruzar no bastan y hay que ponerle palitos separadores (que también se lleva por delante) y hasta obstáculos de cemento para que respeten. Es aquel que acelera en el "pare".

Es el caos apoderado de todos y de todo. ¿Cómo no iba a ganar Chávez si su modelo del caos a la máxima expresión es, a otras escalas, lo más parecido a muchos? Razón tenía Uslar Pietri: el buen ciudadano, en Venezuela, es un p...

Nos falta mucha ciudadanía, cambiar cada uno de nosotros desde lo más simple, para luego soñar con cambiar al país y dejar de vivir en una selva donde se impone la cultura del más fuerte y el más vivo.

gblyde@gmail.com / @GerardoBlyde
EL UNIVERSAL 09/11/2012



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