lunes, 14 de julio de 2014

La careta del gigante - Mario Vargas Llosa





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Me apenó mucho la cataclísmica derrota de Brasil ante Alemania en la semifinal de la Copa del Mundo, pero confieso que no me sorprendió tanto. De un tiempo a esta parte, la famosa “Canarinha” se parecía cada vez menos a lo que había sido la mítica escuadra brasileña que deslumbró mi juventud y esta impresión se confirmó para mí en sus primeras presentaciones en este campeonato mundial, en el que el equipo carioca dio una pobre imagen haciendo esfuerzos desesperados para no ser lo que fue en el pasado sino jugar un fútbol de fría eficiencia, a la manera europea.
No funcionaba nada bien; había algo forzado, artificioso y antinatural en ese esfuerzo que se traducía en un desangelado rendimiento de todo el cuadro, incluido el de su estrella máxima, Neymar. Todos los jugadores parecían embridados. El viejo estilo –el de un Pelé, Sócrates, Garrincha, Tostao, Zico– seducía porque estimulaba el lucimiento y la creatividad de cada cual, y de ello resultaba que el equipo brasileño, además de meter goles, brindaba un espectáculo soberbio en que el fútbol se trascendía a sí mismo y se convertía en arte: coreografía, danza, circo, ballet.
Los críticos deportivos han abrumado de improperios a Luiz Felipe Scolari, entrenador brasileño, al que responsabilizan de la humillante derrota por haber impuesto a la selección carioca una metodología de juego de conjunto que traicionaba su rica tradición y la privaba de la brillantez y la iniciativa que anteriormente eran inseparables de su eficacia, convirtiendo a los jugadores en meras piezas de una estrategia, casi en autómatas. Sin embargo, yo creo que la culpa de Scolari no es solamente suya sino, tal vez, una manifestación en el ámbito deportivo de un fenómeno que, desde hace algún tiempo, representa todo el Brasil: vivir una ficción que es brutalmente desmentida por una realidad profunda.
Todo nace con el gobierno de Lula da Silva (2003-2010) quien, según el mito universalmente aceptado, dio el impulso decisivo al desarrollo económico de Brasil despertando de este modo a ese gigante dormido y encarrilándolo en la dirección de las grandes potencias. Las formidables estadísticas que difundía el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística eran aceptadas por doquier: de 49 millones los pobres bajaron a ser solamente 16 millones en ese período y la clase media aumentó de 66 millones a 113 millones. No es de extrañar que con estas credenciales Dilma Rousseff, compañera y discípula de Lula, ganara las elecciones con tanta facilidad. Ahora que quiere hacerse reelegir y que la verdad sobre la condición de la economía brasileña parece sustituir al mito, muchos la responsabilizan a ella de esa declinación veloz y piden que se vuelva al “lulismo”, el gobierno que sembró, con sus políticas mercantilistas y corruptas, las semillas de la catástrofe.
La verdad es que no hubo ningún milagro en aquellos años, sino un espejismo que solamente ahora comienza a despejarse, como ha ocurrido con el fútbol brasileño. Una política populista como la que practicó Lula durante sus gobiernos pudo generar la ilusión de un progreso social y económico que era nada más que un fugaz fuego de artificio. El endeudamiento, que financiaba los costosos programas sociales, era a menudo una cortina de humo para tráficos delictuosos que han llevado a muchos ministros y altos funcionarios de aquellos años (y los actuales) a la cárcel o al banquillo de los acusados. Las alianzas mercantilistas entre gobierno y empresas privadas enriquecieron a buen número de funcionarios y empresarios, pero crearon un sistema tan endemoniadamente burocrático que incentivaba la corrupción y ha ido desalentando la inversión. De otro lado, el Estado se embarcó muchas veces en faraónicas e irresponsables operaciones de las que los gastos emprendidos, con motivo de la Copa Mundial de Fútbol, son un formidable ejemplo.
El gobierno brasileño dijo que no habría dineros públicos en los 13 millardos que invertiría en el Mundial de Fútbol. Era mentira. El Banco Brasileño de Desarrollo ha financiado a casi todas las empresas que ganaron la buena pro en las obras de infraestructura y que todas ellas subsidiaban al Partido de los Trabajadores actualmente en el poder. (Se calcula que por cada dólar donado han obtenido entre 15 y 30 dólares en contratos).
Las obras mismas constituían un caso flagrante de delirio mesiánico y fantástica irresponsabilidad. De los 12 estadios acondicionados solamente se necesitaban 8, según advirtió la propia FIFA, y la planificación fue tan chapucera que la mitad de las reformas de la infraestructura urbana y de transportes debieron ser canceladas o solo serán terminadas ¡después del campeonato! No es de extrañar que la protesta popular ante semejante derroche, motivado por razones publicitarias y electoralistas, sacara a miles de miles de brasileños a las calles y remeciera a todo el Brasil.
Las cifras que los organismos internacionales, como el Banco Mundial, dan en la actualidad sobre el futuro inmediato del Brasil son bastante alarmantes. Para este año se calcula que la economía crecerá apenas 1.5%, un descenso de medio punto sobre los últimos dos años en los que solamente raspó 2%. Las perspectivas de inversión privada son muy escasas por la desconfianza que ha surgido ante lo que se creía un modelo original y ha resultado ser nada más que una peligrosa alianza de populismo con mercantilismo y por la telaraña burocrática e intervencionista que asfixia la actividad empresarial y propaga las prácticas mafiosas.
Pese a un horizonte tan preocupante, el Estado sigue creciendo de manera inmoderada –ya gasta 40% del producto bruto– y multiplica los impuestos, a la vez que las “correcciones” del mercado lo que ha hecho que cunda la inseguridad entre empresarios e inversionistas. Pese a ello, según las encuestas, Dilma Rousseff ganará las próximas elecciones de octubre y seguirá gobernando inspirada en las realizaciones y logros de Lula da Silva.
Si es así, no solo el pueblo brasileño estará labrando su propia ruina y más pronto que tarde descubrirá que el mito en el que está fundado el modelo brasileño es una ficción tan poco seria como la del equipo de fútbol al que Alemania aniquiló. Y descubrirá también que es mucho más difícil reconstruir un país que destruirlo. Y que en todos estos años, primero con Lula da Silva y luego con Dilma Rousseff, ha vivido una mentira que irán pagando sus hijos y sus nietos, cuando tengan que empezar a reedificar desde las raíces una sociedad a la que aquellas políticas hundieron todavía más en el subdesarrollo. Es verdad que Brasil había sido un gigante que comenzaba a despertar en los años que lo gobernó Fernando Henrique Cardoso, que ordenó sus finanzas, dio firmeza a su moneda y sentó las bases de una verdadera democracia y una genuina economía de mercado. Pero sus sucesores, en lugar de perseverar y profundizar aquellas reformas, las fueron desnaturalizando y regresando el país a las viejas prácticas malsanas.
No solamente los brasileños han sido víctimas del espejismo fabricado por Lula da Silva, también el resto de los latinoamericanos. Porque la política exterior del Brasil, en todos estos años, ha sido de complicidad y apoyo descarado a la política venezolana del comandante Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, y de una vergonzosa “neutralidad” ante Cuba, negándoles toda forma de apoyo ante los organismos internacionales a los valerosos disidentes que en ambos países luchan por recuperar la democracia y la libertad. Al mismo tiempo, los gobiernos populistas de Evo Morales, en Bolivia, del comandante Ortega, en Nicaragua y de Correa, en el Ecuador –las más imperfectas formas de gobiernos representativos en toda América Latina– han tenido en Brasil su más activo valedor.
Por eso, cuanto más pronto caiga la careta de ese supuesto gigante en el que Lula habría convertido al Brasil, mejor para los brasileños. El mito de la “Canarinha” nos hacía soñar hermosos sueños. Pero en el fútbol, como en la política, es malo vivir soñando y siempre preferible –aunque sea dolorosa– atenerse a la verdad.
Madrid, julio de 2014

CHIKUNGUNYA: la epidemia inminente


Y para los que estén interesados de tener mayor información de esta nueva enfermedad, el Instituto de Medicina Tropical de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, organiza para este miércoles 16 de julio una video conferencia. En este link la información detallada de la misma.

martes, 1 de julio de 2014

Los sueños, sueños son - Luis Ugalde


El mal gobierno es de Maduro, pero el mal modelo político es de Chávez. Hace falta un nuevo gobierno decidido a salir de este desastroso modelo político, antes de que se hunda el país. Operación urgente y riesgosa. Maduro se quemó con la fórmula cubana-dictatorial y perdió la oportunidad. Nada ayudan la creciente represión y  la invasión militar de la Asamblea Nacional, del Banco Central, de una docena de gobernaciones y de decenas de institutos y ministerios, ni la multiplicación de intrascendentes enroques ministeriales. La causa del fracaso no está en ninguna conspiración, ni magnicidio, sino en  el modelo político dictatorial.  

Sacaron a Giordani y pueden cambiar a Maduro con la fórmula Emparan: no me quieren, pues "yo tampoco quiero mando". Este primer cambio no vendrá de la oposición, sino del instinto de conservación, viveza y de cierta sensatez, de aquellos del gobierno decididos a cambiar el reaccionario modelo cubano por el "revolucionario" brasileño o uruguayo, para decirlo de alguna manera. Un nuevo gobierno para evitar el estallido, desmontar ilusiones y emprender la difícil recuperación económica y social, que arranque con inequívocas señales de cambio y garantías constitucionales nacionales e internacionales. Luego vendrán otros gobiernos con cambios más amplios pactados para llegar a encauzar democráticamente el país. El nuevo gobierno chavista arrancará aplausos de muchos, resistencia de algunos "revolucionarios" y callado beneplácito de otros, por las medidas de libertad para todos los estudiantes, alcaldes y demás presos políticos y despenalización de la oposición.

Más difícil será enfrentar la carestía, improductividad, inflación y empobrecimiento, con decidida apertura de negociaciones que conduzcan a la superación de la terrible crisis socioeconómica (todavía creciente) y al rescate pleno de la democracia, con fortalecimiento de las banderas sociales y programas efectivos que sustituyan a mentiras oficiales sobre la superación de la pobreza. Combate frontal de la ineficiencia, corrupción e incompetencia gubernamentales, que son monumentales y transformación del pobrísimo nivel de gestión pública, entendiendo que lo público no es sinónimo de estatal y estimulando y exigiendo más la dimensión pública de toda la sociedad. Rescate de la democracia con la separación de poderes públicos y selección democrático-constitucional para los cargos, eliminando la criminalización de la oposición y el uso del poder judicial para perseguir a los opositores y absolver a los amigos. Combate integral contra la violencia y la inseguridad y  cultivo del reencuentro nacional.

La oposición tiene que bajarse de la nube que remite el cambio para 2019 y también de los voluntarismos inmediatistas. Con su presión vendrán elecciones adelantadas, pero antes hay que conquistar un CNE nuevo, constitucional y creíble. Urge una oposición actualizada sincerada con la realidad a julio 2014, unida con el sufrimiento del país con la única obsesión de recuperar la democracia, con justicia social y productividad. No merecen gobernar quienes no son capaces de tomar en serio las necesidades de la inmensa mayoría. Alternativa democrática unida, sin equívocos, dejando de lado las aspiraciones enanas de sus parcialidades; que ahora no se mete en gobiernos de transición, pero los exige y valora los pasos del gobierno para desmontar el disparate suicida del modelo.

Es la hora del pragmatismo en los pasos para salvar al país. La transición española requirió que un falangista de toda la vida (Adolfo Suárez) se diera la mano con el comunista que hizo la guerra (Santiago Carrillo) y que ambos tuvieron el valor de aceptar ser tachados de traidores por los suyos. La democracia venció pacíficamente a Pinochet con apoyo de militares aliados del dictador que apostaron a la transición. En Venezuela no habrá cambio democrático sin apoyo militar, pero la nación no va a aceptar pasar de un militarismo con envoltorio democrático a otro más descarado.

Conclusión: Éstos son sueños y, como dice el poeta, los sueños  sueños son. Pero hay diversas clases de sueños: unos son fugas ilusas, otros, premoniciones y otros - como el de Martin Luther King (I Have a Dream)- se convierten en una formidable fuerza interior que moviliza a millones para superar exclusiones y lograr esperanzas. Escoja usted.
Tomado de El Universal, 29 de Junio de 2014

La voz de los estudiantes y las consecuencias de disentir - Carlos Romero Mendoza


Mix.EstudianteLa voz de los estudiantes y las consecuencias de disentir
Por el Abog. Carlos Romero Mendoza
@carome31 @fundesmu
Era diciembre de 1930 y en Barcelona, España, una Conferencia sobre los estudiantes Venezolanos era protagonizada por el entonces estudiante Isaac José Pardo.  Leer esta conferencia, permite reflexionar sobre nuestro pasado y preguntarnos ¿qué hemos dejado de hacer?, que otra vez, en Venezuela vuelven estudiantes a disentir del modelo político y terminan privados de libertad.
Isaac Pardo, inició su conferencia haciendo referencia a la presentación de la Memoria del Ministro de Relaciones Interiores, Dr. Pedro Arcaya, porque en ella se afirmó rotundamente que en las cárceles de Venezuela no había ni un preso político.  Para el Ministro –cita Pardo- Venezuela se hallaba en plena prosperidad económica, reinaba el contento y la alegría en todos los hogares.  No había para Arcaya el más leve pretexto para formar agitaciones.
La Memoria presentada en 1929 por el Dr. Pedro Arcaya, desconocía y silenciaba los hechos ocurridos como consecuencia de la Semana del Estudiante organizada en febrero de 1928.
Para Isaac Pardo la voz de protesta de los estudiantes del 28 “más que una diana fue una elegía por la Patría vendida, por la libertad ausente, por nuestros jóvenes años condenados a pasificades vergonzosas. Era durante los festejos de l Semana del Estudiantes y no había en nuestra palabra, no había en nuestra actitud el fantasma político que sobresaltó a los gobernantes.”
La celebración programada concluyó y luego algunos estudiantes fueron privados de libertad; lo cual generó una obvia reacción de solidaridad universitaria que no sólo llevó suspender la celebración de los carnavales ese año; sino que además, se concretó en una carta del 17 de febrero en la cual le informaban al General Gómez, que los estudiantes universitarios, ya previamente habían acudido a la primera autoridad del distrito para expresarle lo siguiente:
“Los estudiantes universitarios, agotados todos los recursos para el logro de la libertad de las personas detenidas con motivo de la Semana del Estudiante, y animados del más ardiente espíritu de confraternidad, excitamos a las autoridades del Distrito Federal a reducirnos a prisión en el término de la distancia para compartir con nuestros compañeros su dolorosa situación”.
Esa carta terminaba diciendo: “Tal irrevocable determinación desmiente de la manera más elocuente la falsa acusación que pesa sobre nosotros de que nuestros festejos encubrían planes políticos”.
Pardo recuerda en su conferencia, que en total más de 200 estudiantes terminaron en las puertas de la prisión; pero igualmente, reconoció que algunos de esos estudiantes fueron puestos en libertad a los pocos días, pero muchos otros no.
Relata Pardo un episodio de aquél 1928, protagonizado por el Rector de la Universidad, Dr. Plácido Daniel Rodríguez Rivero, quien prácticamente entregó a los estudiantes al gobierno, luego de convocarlos a una reunión en el Salón Rectoral, para entregar una respuesta del General Gómez a una carta enviada por los estudiantes.   En esa reunión, cuenta Pardo, se repitieron 56 veces el siguiente diálogo a la entrada del Salón:
-¿Reconoce usted esta frma?.
-Si la mía.
- ¿Desea usted retirarla?.
- De ninguna manera.
-¿Sabe usted a lo que se expone?.
-Lo presumo.
-Entonces espere.
Terminada la pregunta y con un piquete el propio Rector llevó a los estudiantes a las puertas de la prisión.
Sobre estos hechos de 1928, señala Pardo, Gómez, señaló un 5 de noviembre que los estudiantes actuaron como consecuencia de su actitud ilógica producto de la inexperiencia de sus años,  además, destacó Gómez, que su gobierno les ha “brindado todos lo medios para que puedan estudiar, pero como no quieren estudiar, que aprenda a trabajar.  Los he tratado como un padre severo y temporalmente los he mandado a una carretera de clima sanísimo, encomendados especialmente por mí mismo, con tiendas y camas de campaña, y con orden de tratarlos con las mayores consideraciones.  Allí reflexionarán y comprenderán sus errores”.
Pardo relata que fueron 5 meses incomunicados del resto del país, mal alimentados, enfermos y sin medicinas, destrozadas las manos, los bustos torturados por el sol lacerante y por el cintarazo canalla; aún así, advertía Pardo en su conferencia, no había ninguna queja, sólo recordaban y repetían:
“Cada golpe de pico abre una brecha hacia el destino,
Cada golpe épico hiere al Tirano”
Ante la negación a trabajar, Pardo señaló que la orden del Gobierno fue sacarlos a trabajar a tiros.
En marzo de 1929 los trasladan a Fortaleza de Puerto Cabello, durante cuarenta día con grillos hasta 75 libras, luego 8 meses más de espera tras la pesadas puertas, tras lo muros espesos, aislados del mundo como nunca.
La libertad llego el 19 de noviembre de 1929, pero salían y otros llegaban nuevos presos, a quienes vieron engrillar.
Carlos Romero Mendoza
Fuente:
Congreso de la República.  Conferencia de estudiante Isaac José Pardo en Barcelona España. En: Oposición a la Dictadura Gomecista.  El movimiento estudiantil de 1928 Antología Documental.   Ediciones Conmemorativas del Bicentenarios del Natalicio del Libertador Simón Bolívar.  No.10.  Caracas/ Venezuela 1983. Pp. 665-681
Articulo tomado del blog de la Fundación de Estudios Municipales - FUNDESMU, 30 de Junio 2014